Por: Paula Gallego
Le dedico este post a ustedes que sé que como yo, cada día se quiebran sus espaldas criando a los hijos, que en el futuro, soñamos que serán deportistas olímpicos, concertistas de piano, bailarinas de ballet, actores o científicos.
Hasta ahora puedo decir que Dios me ha dado el privilegio de estar en los dos lados del espectro. Fuí mamá de tiempo completo por 8 años y ahora trabajo tiempo completo con el sueño de empezar una carrera exitosa en lo que me apasiona.
Sé lo que es estar 24 horas 7 días a la semana disponible para mi hijo, sus clases, idas al parque, idas al mercado, pataletas, momentos de ocio y más.
Pero también se lo que se siente recogerlo cuando ha sido el último niño del colegio, yo con el corazón en la mano y él con ganas de gritar y diciendo que no quiere volver al colegio nunca más.
Sé lo que es ser mamá pedagoga sacada de libro, enseñándole con paciencia y siguiendo el consejo de mi mamá que me dice: si uno grita el niño grita el doble.
Sé también lo que es salirse de la ropa y mandar la pedagogía muy lejos, porque sencillamente la paciencia se me acaba.
Para los que me conocen de cerca, saben que no nací para madrugar, que podría hacer 10 siestas al día si pudiera. Ahora me despierto a las 5 de la mañana para estar lista yo y asegurarme de que mi hijo tiene todo preparado para el día.
Mi mamá por muchos años hizo lo mismo, se levantó a dejarnos el almuerzo listo e irse a trabajar; Yo siempre lo vi como normal.
Pues hoy me doy cuenta de que no lo es, y que requiere un esfuerzo inmenso y una dosis de amor inigualable.
Sé que cada una de ustedes cada día se levanta con nuevos retos y preocupaciones, por eso digo que todas son dignas de admirar.
Probablemente mi hijo no sea el golfista que yo sueño, o que yo no llegue a ser la profesional que siempre quise, pero por ahora, en este camino, aprendemos como familia que luchando juntos y haciendo sacrificios se consiguen cosas maravillosas.
Escrito un día de la madre.
-Paula.
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