Por: Paula Gallego.

Todavía me acuerdo del día que cumplí 30 años. Mi esposo me despertó haciéndome un video porque quería ver la cara que yo haría cuando me entregara el regalo. “Ábrela” decía mientras yo trataba de despertar las neuronas y asimilar el hecho terrible de cumplir TREINTA AÑOS! Era una maleta con regalitos adentro y unos tiquetes de avión. 

“Nos vamos para Atlanta unos días a ver si te gusta para que nos mudemos allá”. En ese momento, la última neurona peresoza se despertó y gritó en mi cerebro What? Pero yo muy educada dije…Gracias! 

Finalmente, meses después nos mudamos y en ciudad nueva,  sin una arruga ni una cana, solo con unas libras de más que me quedaron del embarazo empecé mi vida oficial como treintona. A diferencia de la mayoría de las mamás que conozco, a mi me tomó dos años en volverme a meter en unos de los jeans de cuando era “flaca”. 

Aqui viene una de las tantas preocupaciones de la trentañez, la gordura. Hasta ese momento nunca en mi vida me había preocupado por hacer una dieta. Cuando nació mi bebé, mi mamá me dijo, tranquila que apenas nazca vuelves a quedar como una reina. Pero el niño nació, se sentó,  caminó y yo seguí gordita. Y pues en la emoción de formar una familia con un nuevo integrante y un marido enamorado, eso pasa un poco desapercibido, pero cuando uno se empieza a juntar con mamás que usan pantalones talla 2 y camisas talla S, ahí si, la maternidad ya no es tan bonita. 

Se divorciaron? Este es el segundo fenómeno que me ha impactado en esta década. Viniendo de una generación de padres divorciados, pensé que estaba acostumbrada al tema, pero cada vez que me entero que alguno de mis contemporáneos se separa, es como si me pegaran una cachetada y me dijeran “los cuentos de hadas no existen y si quiere llegar a viejita al lado de su marido trabaje cada día para lograrlo”. Duro pero cierto.

Que el rosa está de moda. Cancer? Como? Esta ha sido quizás una de las partes más difíciles de entender en esta etapa de treintañez. Antes el cancer era una enfermedad de viejitos, oía de casos pero era la tía del vecino del amigo. Ahora son personas cercanas, mujeres jóvenes que como yo, en algún momento se preocuparon por la gordura, que se enteraron de casos de divorcios o tal vez fueron ellas las que se divorciaron. Ahora ellas y ellos luchan por sus vidas y entendieron que en este viaje que se llama vida, hay que llenar la maleta de cosas útiles, de cosas bonitas, de propósitos y de sueños.

Todavía me falta un poquito para llegar a cuarentona,  ya veremos que se me ocurre escribir para ese entonces. Por ahora voy a revisar esta maleta que a veces se me pone pesada de echarle cosas sin importancia. 

Y ustedes que tienen en sus maletas?

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