Asi fueron varias de mis vacaciones de niña…

En las playas de un pueblo remoto del Caribe colombiano donde solo se llegaba por ferri atravesando el río Sinú. Después cuando “el progreso” llegó, reemplazaron el ferri por un puente ¡de un carril!

Mientras amigos y familiares vacacionaban en ciudades de la costa o playas más desarrolladas como Coveñas, nosotros dormíamos en catres, el mercado consistía en enlatados y comida no perecedera y las comodidades de la casa eran agua lluvia y planta eléctrica solo por unas horas de la noche.

Los días eran lentos, llenos de mar, siestas en hamaca, caminatas por la playa y conversaciones largas; Tiempo en familia, absolutamente zero tecnología y un Telecom en el pueblo donde era la única forma de comunicarnos con la civilización.

En esta playa extensa y virgen había pocas cabañas y todo del mundo sabia quién era quien.

Qué parte de mi niñez tan maravillosa.  Entre esos recuerdos tengo el sabor de la Lecherita, que era posiblemente el único lujo que recuerdo de esos días salados en la playa.

En el quiosco del “cacha” vendian mecato, Kola Roman y ¡Lecherita!

Desde entonces, no importa si es mar, río, lago, quebrada o piscina, siempre quiero tener ese sabor dulce que me lleva a mi niñez, a mis recuerdos de familia y a las playas de San Bernardo del Viento donde pase días tan simples pero tan felices.

“La Casona” San Bernardo del Viento durante los 80’s.
San Bernardo del Viento década de los 80’s
Cerca a Atlanta, Estados Unidos 2022.
Aquí con mi abuela, primo y hermano.

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